Esta semana retomamos la historia de López de Arriortúa, el ingeniero vasco que revolucionó la producción y la política de compras de General Motors. La otra vez hablamos de su ascenso y os dije que era una historia muy de película, así que lógicamente hoy hablaremos de su caída.
Recapitulando
Habíamos dejado al bueno de José Ignacio como vicepresidente de compras en General Motors. Estaba algo incómodo allí, porque sus métodos no acababan de ser bien recibidos, y le estaba trayendo consecuencias personales e incluso familiares.
Y todo esto aunque en el primer año, a base de aumentar la presión sobre los trabajadores y renegociar contratos, había ahorrado a General Motors 2.000 millones de dólares.
El sueño de López de Arriortúa, la planta de Amorebieta
En el primer artículo ya mencionamos que Superlópez estaba muy unido a su tierra. Tanto es así que su sueño era construir una planta de fabricación de coches en su pueblo, Amorebieta, y ayudar así a la economía de sus vecinos. Movió todo lo que pudo, habló con políticos, empresarios, consiguió terrenos, e incluso consiguió el apoyo público de Arzalluz.
Por su parte, Jack Smith, según se cuenta, le había prometido que construirían una planta de fabricación, y él se volcó en su diseño.

No obstante, la planta nunca se construyó. Según se dice se utilizaron los diseños de López de Arriortúa para construir una planta en Europa del Este, y todo esto le sentó como una patada en la zona de los huevos (zona inguinal, concretamente). Así que cuando Ferdinand Piëch le dijo que se uniese a Volkswagen le dijo que sí. No obstante Jack Smith acordó con López de Arriortúa una prórroga de un año y quedaron en firmar un contrato por ese plazo.
Un divorcio muy duro
Cuando fueron a firmar el famoso contrato, resultó ser por cinco años en lugar de uno, así que José Ignacio montó en colera, se fue a su casa, hizo las maletas, y él y su familia se fueron de Detroit a Alemania para trabajar en Volkswagen como presidente mundial. Bueno, y un puñado de ejecutivos que también se llevó a Alemania.
1996 iba a ser un año de grandes cambios para ellos.
Los ejecutivos de General Motors, despechados, mandaron registrar el despacho de José Ignacio, y se encontraron con que faltaban varios documentos… ¡De la planta que quería montar en Amorebieta!
Lógicamente esto se llevó a los tribunales, y Volkswagen se vio envuelto en un escándalo de espionaje industrial (a ver si pensabas que lo de que la fundasen los nazis o el escándalo de las emisiones de NOx eran los únicos).
Tras un intercambio público de acusaciones cruzadas, en 1997 se llegó a un acuerdo extrajudicial por el cual José Ignacio debía dimitir de Volkswagen, y General Motors recibiría 100 millones de dólares de indemnización, además de 1000 millones de dólares de compras de Volkswagen que debían realizarse en los siguientes 7 años. Una faena.
¡La hostia!
El título de este último apartado es líteral. En 1998, después del acuerdo al que llegaron en VW y GM, López de Arriortúa seguía teniendo una petición de extradición por parte de los tribunales de EEUU, y no acababan ahí sus desgracias, puesto que tuvo un gravísimo accidente de coche cuando circulaba como copiloto en Cogollos, Burgos (Sí, hay un pueblo que se llama así).
40 días en coma, y amnesia al despertarse…
A comienzos del siglo XXI los tribunales españoles rechazan la extradición, por diversos motivos, entre los que se encuentra la amnesia de José Ignacio, y que el delito de espionaje industrial ya había prescrito.
Las vueltas que da la vida, ¿no? Actualmente José Ignacio López de Arriortúa está apartado de la vida pública, y tiene una empresa de consultoría con la que se dedican a optimizar procesos de producción.
Si quieres ampliar su historia, puedes echarle un ojo a este libro y de paso colaboras con HablemosDeCoches.
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